Thursday, February 25, 2016
Confesiones de una Calabaza - La mastectomía
Tuesday, February 9, 2016
Las cosas de cada día - Llamando las cosas como son
“Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo. Pero él rehusó y dijo a la mujer de su amo: Estando yo aquí, mi amo no se preocupa de nadaen la casa, y ha puesto en mi mano todo lo que posee. No hay nadiemás grande que yo en esta casa, y nada me ha rehusado excepto a ti, pues tú eres su mujer. ¿Cómo entonces iba yo a hacer esta gran maldad y pecar contra Dios? Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió…” (Génesis 39:7-10)
Todos estamos en una batalla y nuestros enemigos no son pasivos. Para enfrentar las tentaciones de cada día tenemos que tener un sentido correcto de Dios y hay que llamar las cosas como realmente son. José seguía siendo un esclavo y pudo llamarle a su situación desventaja, abuso de poder, algo que otros han hecho antes, etc., pero le llamó como lo que realmente era, un pecado contra Dios.
Una de las batallas más grandes cuando te enfrentas a un diagnóstico de enfermedad es la batalla contra los pensamientos. Pero hay que preguntarse cómo esos pensamientos hacen que veamos a Dios. Si lo hacen ver menos santo, menos sublime, menos poderoso, menos bueno, menos justo, menos misericordioso, pues tenemos que llamar esos pensamientos como lo que realmente son. Esto es algo con lo que creo que la mayoría de las madres pueden identificarse. La gran pregunta de “¿Qué pasa si le falto a mis hijos?” Y es algo que realmente me molestaba. Entonces me pregunté: ¿qué es lo que realmente puede pasar? Pues que el Señor los va a consolar, que Dios los va a cuidar, que Su gracia no va a faltar, que Su amor seguirá siendo real, que Su propósito en ellos se va a seguir cumpliendo a pesar de, etc. Y me di cuenta que lo que realmente me molestaba era esa idea de que nadie los iba a cuidar como yo, a defender como yo, ni amar como yo. Pero el problema es que bajo esa premisa, lo que yo puedo hacer por ellos es mejor que lo que hasta Dios puede hacer. Y eso hace a Dios menos sublime, menos poderoso, menos amoroso, menos bondadoso. Así que en el fondo de ese pensamiento inofensivo y de un razonamiento que parece justificado, lo que hay es mi orgullo creyendo que yo sé más o que yo puedo hacer más que lo que Dios puede hacer y eso es pecado. Hay que llamar las cosas como realmente son.
Tal vez no se llama ser precavido, a lo mejor es afán. Tal vez no se llama ser realista, a lo mejor es duda. Tal vez no se llama ser justo, a lo mejor es orgullo. Tal vez no se llama “lo que otros hicieron”, a lo mejor es “como yo reaccioné”. Tal vez no se llama progresar, a lo mejor es no estar contento con lo que tengo. Tal vez no se llama ser cauteloso, a lo mejor es temor. Tal vez no se llama protegerme, a lo mejor es no perdonar. Tal vez no se llaman recuerdos, a lo mejor es amargura.
Para las tentaciones de cada día hay que enfrentarse con la santidad y la majestad de Dios cada día. Todo lo que atente contra esa santidad y esa majestad es pecado.
Oh, Señor, ¡ningún dios puede compararse a ti! ¡Nadie es santo ni grande como tú! (Exodo 15:11)
Oh Señor, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú, poderoso Señor? Tu fidelidad también te rodea. (Salmo 89:8)
Porque tu justicia, oh Dios, alcanza hasta los cielos, tú que has hecho grandes cosas; oh Dios, ¿quién como tú? (Salmo 71:19)
Para las tentaciones de cada día hay que depender de la fidelidad de Dios cada día.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” (I Corintios 10:13)
Becky
All rights reserved. Rebecca Parrilla, February/2016
Tuesday, February 2, 2016
Las cosas de cada día - ¿Dónde está tu Dios?
“Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3)
¿Les hago una confesión? Muchas veces cuando yo estoy orando por varias peticiones a la misma vez y una de ellas es “súper, súper importante, grande, y difícil”, trato de prestar atención a otras peticiones más sencillas. Entonces cuando veo que esas otras peticiones se van resolviendo, me consuelo pensando que de la misma forma que “me escucharon” con esas otras peticiones, así sucederá con la petición “súper, súper importante, grande y difícil”. Pero hay temporadas en las que hasta las peticiones sencillas se complican en vez de resolverse y lo que escucha el alma es una voz que dice “¿Dónde está tu Dios”.
Otras veces basta con tomar el teléfono móvil o leer el periódico y ver gente con situaciones similares a la tuya que terminaron con un final diferente al que anhelas y otra vez se escucha la voz que dice: “¿Dónde está tu Dios?”. Quizás has escuchado la voz al salir del tribunal; en el pasillo de un hospital; cuando abriste el sobre con la demanda judicial; al salir de una reunión de la escuela de tu hijo(a); frente a un féretro; al entregar las llaves de tu negocio; al concluir esa llamada telefónica; al ver pasar el tiempo; al terminar una relación…”¿Dónde está tu Dios?”. El salmista vivía una temporada en la que escuchaba esa voz cada día.
Al final del salmo todavía el salmista está en el proceso de decirle a su alma “¿Por qué te abates alma mía y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios…”. Pero mientras tanto hay unas verdades que lo sostienen.
“De día El Señor me envía su amor” (ver 8a, DHH)
Esa palabra “envía” se refiere a una orden, denota autoridad. El Señor ha dado la orden para que cada día recibamos su amor. Así que en medio de temporadas que nos gritan cada día “¿Dónde está tu Dios”, no dejamos de creer que Dios está enviando su amor cada día. NO NOS VA A FALTAR EL AMOR DE DIOS. Muchos se preguntarán, ¿pero cómo se ve Su amor? Dice Juan 1:17 “pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo”. Veo Su amor cuando veo a Jesús. Veo Su amor cuando veo la Cruz.
“Y de noche no cesa mi canto ni mi oración al Dios de mi vida” (ver 8b, DHH)
El salmista ora y canta. Tal vez oraba cantando o cantaba orando, eso no lo sabemos, pero no cesa de hacerlo. Y es una expresión de fe porque la dirige al “Dios de su vida”. Y en temporadas que nos gritan: “¿Dónde está tu Dios” no hay una fuente de consuelo más poderosa que recordar que somos del Señor. Somos hechura suya (Efesios 2:10). Y Dios no abandonará la obra de Sus manos (Salmo 138:8). El que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús (Filipenses 1:6).
“¿Por qué te abates alma mía y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios…El ha enviado Su amor y mi vida es suya”