“Pero el Señor está en su santo templo: calle delante de El toda la
tierra.” (Habacuc 2:20)
La semana
pasada nuestra niña fue a ver la obra de teatro “La Sirenita”. Pero la historia
estaba basada en la publicación original y no en la adaptación de Disney. En
esa versión la sirenita muere al final. Esa tarde mi hija me dijo “I will never
get over this” (jamás me voy a recuperar de esto). Y han pasado los días y todavía
me dice lo mismo…le arruinaron su cuento de hadas.
El profeta
Habacuc vivía en la versión arruinada del “cuento de hadas” y no entendía los
métodos divinos. No entendía cómo Dios podía usar un escenario adverso para
cumplir sus propósitos. No entendía cómo
Dios permitía la injusticia. No entendía cómo Dios permitía que las cosas
estuvieran fuera de control. Pero Dios le recuerda que hay un solo Dios y Rey…y
está en su templo…y domina sobre todo (Habacuc 2:20). A final de esta historia Dios
SIEMPRE se “sale con la suya”. No importa
qué capítulo de la historia estés viviendo ahora mismo, hay un solo Dios y Rey.
No importa lo que diga el resultado médico, hay un solo Dios y Rey. En medio de
la más irreparable pérdida, hay un solo Dios y Rey. En medio de la situación
más complicada, hay un solo Dios y Rey.
Leí
recientemente un sermón de Isaías 6 de John Piper que decía que ningún jefe de
estado en el mundo seguirá en su posición por los próximos 50 años. El
“turnover” del liderazgo mundial es 100%, pero no hay cambios ni elecciones en
el trono de los cielos. Dios siempre ha estado y estará. Su trono no está
vacante y la Biblia lo afirma una y otra vez:
El Señor ha establecido su trono en los cielos,
y su reino domina sobre todo. (Salmo 103:19)
En el año
de la muerte del rey Uzías vi yo al
Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el
templo. (Isaías 6:1)
Mas tú, oh
Señor, reinas para siempre, tu trono
permanece de generación en generación. (Lamentaciones 5:19)
…y vi un
trono colocado en el cielo, y a uno sentado
en el trono. (Apocalipsis 4:2)
Y a toda
cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el
mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la
honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5:13)
Y clamaban
a gran voz, diciendo: La salvación
pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. (Apocalipsis 7:10)
Y vi un
gran trono blanco y al que estaba
sentado en él…(Apocalipsis 20:11)
Y el que está sentado en el trono dijo: He
aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió*: Escribe, porque estas palabras son
fieles y verdaderas. (Apocalipsis 21:5)
Esta visión
de la majestad de Dios es la última respuesta que recibe Habacuc antes de que
su queja y protesta se conviertan en oración y alabanza. En este capítulo 2 del
libro de Habacuc todas las respuestas apuntan a Dios y no a Habacuc y/o sus
circunstancias.
Esto reta
la mentalidad de este siglo. Todo el tiempo se nos dice que tenemos que buscar
en nosotros las respuestas. Todo el
tiempo se nos dice que depende de nosotros el “happy ending”. Pero Habacuc nos recuerda
que aquellos que encuentran sus respuestas en Dios; aquellos que han abrazado
la justicia de Cristo (Hab 2:4); aquellos que han hecho de la gloria del Señor
su mayor anhelo (Hab 2:14); aquellos que se quedan sin palabras ante la
majestad de Dios (Hab 2:20); verán su versión arruinada del cuento de hadas…verán
su queja, protesta y perplejidad, transformados
en canción.
Becky
Parrilla
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